Por los siglos de los siglos, madres han contemplado los piecitos y manitas de sus bebés recién nacidos. Pierden su mirada en esos minúsculos dedos. En esta de contemplación, todas somos una. Soy Lineth, hija de Heidy, hija de Mina, hija de Marcela, hija de María.
En los siguientes 4 posts, le narraré extractos de momentos relevantes en mi proceso al conectar y liberar a mi linaje femenino, para encontrar mi propia sabiduría interna.
Teníamos 5 años de casados. ¡Por primera vez pensamos, es hora de tener hijos! Lo intentamos. Al primer intento ¡Estábamos embarazados!
Pero un frío me invadió. Un frío que no se me quitaba. Y escuchaba una voz en mi mente ¨está muerto¨. Sí así como lo oyen. Tenía 6 semanas de embarazo. Yo oraba y no se me quitaba el frío y no se callaba esa voz.
Les cuento, tiendo a ser super positiva y con oración, todo lo curo. Pero yo oraba y cuando oraba y cerraba los ojos, veía una pared de ladrillo. Como si ¨al lugar que yo quería accesar, no me era permitido¨.
Compartimos la noticia, pero ¡yo tenía susto! Y vieras que yo no me identifico con el miedo, no es una emoción que me sea frecuente. Esto era nuevo.
La semana siguiente, llevé a mi esposo de crucero para celebrar sus 30años. Volamos a Miami, y apenas llegamos tuve una infección urinaria muy fuerte y empezamos a buscar un doctor. Hasta que llegamos a emergencias de un hospital, me tomaron la muestra de orina, y ya podría tener la receta para el medicamento que necesitaba. Estaba aliviada.
Saliendo del hospital, fui al baño a orinar, cuando me senté, sentí un coagulo de sangre bajar. Con él, se me fue el miedo.
Volvimos a entrar al hospital: prueba de embarazos, ultrasonidos, tactos. Diagnóstico ¨si está embarazada, pero lo puede estar perdiendo¨.
El día siguiente tomamos el crucero, tal cuál metáfora, para ir al medio de la nada, a soltar, con cada ida al baño, tejido uterino.
No les puedo explicar porqué, pero tenía más paz sangrando, que antes de sangrar. Posiblemente porque hasta ese momento el frío y la voz, tenían sentido.
Para nosotros, Antonio, como le llamamos a esa vida de 8 semanas, vino a derribar esos ladrillos que les comenté.
Mi duelo fue duelo completo. Había llevado grupos de duelos, la teoría no ayuda con el dolor, pero sí el permiso de ¡sentir y soltar! Al final el duelo es eso, sentir y soltar. Para volver a sentir, y seguir soltando.
Yo había empezado un proceso de terapia años atrás, con una sicóloga que utiliza el ¨focusing¨; ¨técnica psicoterapeútica que utiliza la capacidad del paciente para prestar atención a los sentimientos y deseos que no son expresados con palabras¨.
No es hipnosis, es eso, atención a los sentimientos. Revisamos ese sentimiento de frío que me invadió cuando supe que estaba embarazada.
Con esta técnica pude visualizar una escena; estaba recién nacida, una mano gigante me sacaba de la cuna, me alejaba de mi mamá, crecía con extraños, luego me transformaba en mujer, y me levantaba desnuda entre hojas de la mano con una bebé.
Podrán entender que, llegué a preguntarle a mi mamá, bueno a exigirle que me dijera ¿en qué momento de mi vida se separo de mí, o me dejó con extraños pequeñita?
Ella todavía hoy me repite: fuiste deseada, esperada y amada.
Entonces empecé a llorar, porque lo que yo sentí en esa visualización era real, se sentía en la piel. Y ella tenía respuestas, le dije ¨yo necesito saber¨, entonces resignada pero casi queriendo terminar la conversación, ¨bueno, lo único que se me parece a eso que dices, es mi propia historia¨.
Yo había escuchado su historia, una y otra vez, una y otra vez. Pero hasta ese día en ese sillón de la sicológica, dejó de ser una leyenda urbana, y todo mi cuerpo la reconoció. Fue real para ella, era real para mí. Todo mi cuerpo vibraba su dolor. Estaba escrito en mi ADN.
En ese momento me di cuenta que yo no era la niña de la cuna, ni la mujer que se levantó entre las hojas. Yo era la niña que se levantaba con la mujer. Todos somos una.
Lloramos, nos abrazamos. Oramos. Nos reconciliamos.
Ese día entendí el porqué cuando oraba, durante mi embarazo de 8 semanas, veía una pared de ladrillo. Ya no oraba sobre mi vida. Oraba sobre la vida de mi madre, sobre su historia, donde se había cimentado la mía.
Continúa: Crónica de un blog anunciado. Parte 2/4