3 meses después, ¡estábamos embarazados de nuevo! Había miedo, pero no frío. Sonaba la voz, pero no perturbaba.
Con 2 meses de embarazo, ¡fuimos papás por primera vez! Recibimos un niño en acogimiento, de 3 años. Las familias de acogimiento, a través de Casa Viva, se capacitan para ser TIOS. Reconocemos nuestro rol de cuidadores temporales, mientras la situación en su familia se estabiliza, o mientras sus papás para siempre vienen por él. Ahora nosotros, éramos el ¨focusing¨.
Nos convertimos en el sillón de un consultorio, donde un niño sentía sus emociones, las cuáles no había podido expresar con palabras, en su situación de vulnerabilidad.
Pero en esta vulnerabilidad, estábamos todos.
En su duelo de 3 días. Al llegar a la casa. Sin comer, y sin hablar. Recordé mis propios duelos.
En su rebeldía y resistencia a dejarse cuidar, recordé mi rol madre-hija.
En su ira, conocí una ira en mi que no conocía. Parecía ancestral. Se sentía primitiva. Hasta por un momento me identificaba con el agresor en la historia de mi madre. ¿Pueden creerlo?
En nuestra fantasía de ¨rescatar al niño¨ de sí mismo, él nos mostró, que era una decisión que sólo le pertenecía a él e incluía:
- Reconocer su historia y emociones
- Revelar secretos
- Perdonar & Conectar en amor
- Reconciliar
- Transcender
Y entonces maduramos, entendimos que era ingenuo pensar que de alguna forma arrancaríamos esas hojas, del libro de su vida. Sólo que ahora tenía dos opciones: repetir su historia, o escribir la propia. Ahora podía elegir.
Ya no se trataba de lo que le había pasado, sino de cómo el iba a procesar su historia. Podría ser una víctima toda su vida, o rescatarse a sí mismo.
Eso hablaba para mí, podría identificarme mi propio discurso materno, o podría empezar a maternarme yo.
Conocí el poder impresionante que el ser humano tiene de sanarse a sí mismo. En un espacio donde las emociones se validen, se honre el pasado, se viva el presente y se anime a ver el futuro desde el poder que yace en la sabiduría interior.
Esta vez, no fuimos de crucero. Pero Dios si nos llevó a ¨islas¨ donde nadie me había dicho que EL estaría. Para también soltar, soltar prejuicios de cómo se sana el alma.
En esta etapa Dios abrió un abanico de caminos en los que esa sanación, se facilitaba:
- La plasticidad cerebral
- La homeopatía
- Las flores de Bach
- Los aceites esenciales
- El tapping
- La memoria celular
- Las memorias ancestrales
- La meditación
- Disciplina con amor
- Alimentación Ayurvédica
- Mindfulness
- Reiki
- Terapia Neural
- Terapia Craneosacral
- Osteopatía
- Equinoterapia
- Ah ¡y los cristales!
Buscábamos sanarle la vida a un niño, sin saber que Dios estaba sanando la nuestra a través de él.
En cada una de las terapias anteriormente mencionadas, encontramos todos, sanidad y con ella, un Dios omnipresente, omnisciente, omnipotente.
2 años después de conocer al niño, en el último mes, antes de su adopción; sus temores se hicieron más grandes. No se podía quedar solo en la sala mientras yo iba al baño, y era un tema que había progresado.
Una noche, con la asesoría de Janine Fafard, mientras el gritaba, me devolví del baño, y este fue el diálogo (abreviado):
- Tía: ¿qué paso?
- Niño: seguía en estado de pánico como si en el momento en que yo saliera de la habitación, percibiera una escena de terror.
- Tía: ¡algo paso! ¿ocupas un rescate? Entra en esta burbuja imaginaria y vamos a rescatarte.
- Niño: accedió, y estado de completa paz me dijo ¨quiero ir donde mi abuela (biológica) para que me de comida, porque el miércoles me voy con mis papás para siempre¨.
No había nada más que agregar. Se esfumó el miedo.
El siguiente miércoles, efectivamente, tal cual si fuera un pronóstico, el PANI dio el poder legal a sus papás para siempre, de empezar emparentamiento.
Lo que sucedió ahí, en mi sillón, fue un rescate. ¿pero de qué se trataba? Se trataba de un niño, cerrando un duelo, por haber sido alejado de su familia, por su propia seguridad. Separado de su abuela, quien en pobreza lo tenía en estado de desnutrición, pero posiblemente el recordaba las veces que lo alimentaba, como momentos de amor y cuido. De sobrevivencia también. El ocupaba volver a lo que él consideraba seguridad, para despedirse, porque estaba listo para vivir una nueva etapa.
Esa noche, al reconocer su emoción, su duelo. Llegó el perdón y con él el amor, para reconciliarse consigo mismo y el mundo, y trascender.
Continúa: Crónica de un blog anunciado. Parte 3/4