Cuando Nico tenía un año, hace 4 años, tuve la bendición de conocer el trabajo de Erika Castro de Pausa. Junto con mi tribu de mamas, llevamos un taller de ¨Disciplina con Amor¨ facilitado por Erika de la mano con el libro de Becky Bailey.

Curiosamente el mayor reto no eran las propuestas de una disciplina distinta, con amor, ni el lenguaje lleno de respeto para nuestros niños. Sino entablar una relación con nuestros hijos sin juicios, en presencia y compasión. ¡Eso si era un reto!

Eso en otras palabras, significaba:

  • reprogramar la mente para que las conductas de los niños fueran procesadas sin etiquetas o juicios
  • aún más que los límites, consecuencias naturales y mensajes fueran transmitidos en presencia, no cuando ¡literalmente explotamos!
  • finalmente que, aún y cuando no lográramos todo esto, tener compasión por nosotras mismas y nuestro proceso lo cuál abarcará inevitablemente a nuestros hijos y su proceso de ¡ser personas!

Se los pongo aún más clarito, la disciplina con amor, esa por la que hemos leído libros, asistido a talleres y hasta ¡pedido ayuda celestial! Tiene mucha relación con nuestra propia infancia y nuestra capacidad de vivir ¡el momento!

Por ejemplo:

  • Pensar que un niño llora por ¨joder¨, ¨llorón¨, ¨por manipulación¨, ¨por dramática y enojona¨, ¨por miedoso habla más de nuestra relación con ¡la expresión de sentimientos! Y nos cuenta historias de los demás, que desconocemos. Aún siendo nuestros hijos.
  • ¡En días que nos sentimos descansadas, presentes, satisfechas! Las posibilidades de conectar con nuestros hijos es mayor, y eso reduce el conflicto. Por otro lado, es más probable que disciplinemos en ¡desconexión! cuando no estamos ¡presentes en el momento! Y estamos pensando en que no hemos contestado un correo, o lavado los platos, o que vamos tarde.
  • Podemos vivir una semana de ¨balance¨ pero que si el viernes a las 5pm ¡explotamos! Nos sentimos como ¡la peor mamá del mundo! por todo el fin de semana. Entonces ¿quién nos tiene compasión?

Podría asegurar que los padres, entramos a la parentalidad llenos de prejuicios, pensando en nuestra infancia y preocupados por el futuro de nuestros hijos y con opiniones muy fuertes acerca de ¡lo que creemos correcto e incorrecto!

Estos paradigmas mentales, nos desconectan de nosotras mismas, por ende de nuestros hijos. Cuando digo ¨desconectar¨ me refiero a que nuestra mente viaja al pasado, al futuro, a lo que no ha pasado, a lo que quiero que pase, a todo ¡menos al presente!

Cada vez que escucho una mamá diciendo ¡lo rápido que crecen los niños! Me pregunto si ¿es cierto que crecen rápido? ¿o que nuestra desconexión nos hace sentir que el tiempo pasó muy rápido?

Porque cuando estamos presentes, una caricia trasciende el tiempo y el espacio. Una canción nos aterriza en presencia. Cuando jugamos, no existe el tiempo o espacio, sólo somos, sólo por ese momento.

Y cuando escribo de esa PRESENCIA, ya no estoy hablando de Disciplina, sino de MINDFULNESS.

Sí, después de ese Taller de Disciplina, supe que no hay disciplina con amor, sin una sobredosis de PRESENCIA, de la capacidad de vivir en el aquí y el ahora; Mindfulness.

Entonces, la misma tribu de mamás llevamos con María Isabel Azqueta, el MBSR, Mindfulness Based Stress Reduction. Programa de 8 semanas, en el que inicié una relación distinta con mi mente.

He llevado ese programa, 3 veces, con diferentes tribus. Cada vez fue un poco más profundo en mi cerebro, hasta llegar a mi alma.

Una vez en mi alma, abarcó mi maternidad, mi cotidianidad, mi matrimonio, mi trabajo, mi estilo de vida. ¡Mi forma de ver la vida!

Hoy el MIndfulness, no es un curso más en mi vida, ni un remedio de la nueva era, tampoco algo con lo que ¨trato¨ o ¨lucho¨ por practicar, sino fue un ¡regreso a casa!

Mi mamá me modeló la ATENCION PLENA, a temprana edad, cuando comía naranjas. En ese momento hasta podía escuchar cuando su corazón y respiración se regulaban. Hablaba más despacio. Se movía mas despacio. Su mente venía a los sentidos, al aire, la sombra del árbol, la sal, el jugo, el sonido de la naranja. Ella nunca me habló de ejercicios de respiración, o postura de yoga para niños. ¡Pero yo la vi PRESENTE al comer naranjas¡ Hoy el olor a naranja se extiende a toda mi vida, para vivir la vida como si fuera una naranja.¡Al menos sólo por este momento! ¡Porque este momento es el único que tengo!

El Mindfulness le puso un nombre a eso que mi mamá me modeló, pero que no sabía explicar. Fue un reencuentro con mi cerebro desde la presencia, la compasión, el fluir, la paciencia. ¡Al menos sólo por este momento! ¡Porque este momento es el único que tengo!